CRISTÓBAL MARTÍN: ARTE CONTRA EL EGO.
Por Javier Esteban.
Madrid, noviembre del 2008.
Cristóbal Martín (1956), artista sufí, es uno de los grandes escultores del momento. Su poderosa escultura podría calificarse, en un sentido profundo, de realismo mágico, pero para ello deberíamos primero definir qué es la Realidad y en qué consiste la Magia.
La vocación de artista sin ego hace de la obra de Abdulwahid un recuerdo permanente de la belleza. Sus grabados y esculturas, que ahora abren las puertas de los Parques Nacionales o se pasean por ARCO, son un reto para que entremos en el jardín interior que cultivan los iniciados.
Cada diez años, con la precisión de un reloj de arena, entrevisto Cristóbal Martín, Abdulwahid (Siervo del Único). Las palabras van saliendo de una fuente en esta tarde de frío otoño…
-Cristóbal, ¿tu buscabas la belleza o era la belleza la que te buscaba a ti?
-Buena cuestión...
- No me refiero sólo a lo que sucede cuando haces un molde...
-Bueno, tengo alma de navegante, e intento que la sinceridad vaya afinando la brújula, ciñendo la vida...Dando sentido al existir. Todo depende de la sinceridad de uno.
- ¿Por qué etapas creativas has pasado?
- Empecé como un hijo del Bosco, por decirlo de un modo visual... Admiraba a Durero y, sin embargo, me chocaba la armónica pincelada de Velázquez. Pero si te digo la verdad, no veo que haya evolucionado mucho, aunque sí observo que el psiquismo ha desaparecido de mi obra.
- ¿Cuál es, en tu opinión, la relación entre Arte y Magia?
-El arte es magia, una especie de invocación...
El dicho de Oscar Wilde viene de los alquimistas: la naturaleza imita al arte. El arte es una provocación de la magia, pues lo semejante atrae a lo semejante. En esa homeopatía nos movemos. Somos responsables, como artistas, de invocar a la belleza que podamos convocar.
- ¿Crees que tu arte puede curar a alguien?
- Eso dicen, que produce una especie de influencia curativa. A mí, desde luego, me eleva. Me interesa su faceta alquímica, tal y como la explicaba Titus Buckhard. Él también era musulmán, y sufí de tarika.
-¿Cuál es la relación entre el arte y la naturaleza?
- Yo intento hacer un arte en profunda relación con la naturaleza. El gran arte es la vida misma, manifestada a través de la natura, obra de Dios. El artista lo que hace con su recreación es señalar más esa obra. El arte es una invocación redundante de la obra del Creador. Como nos olvidamos de esto, al mostrarse la belleza, nos estremecemos...
- Vives en el monte de La Vera, junto a una garganta maravillosa, en un paraíso. ¿Qué cosas te atraen más de la naturaleza?
- Probablemente lo mineral, la osamenta de la naturaleza, su forma. A mí me impresiona la montaña, el Almanzor: la masa enorme, su majestad, ese pliego gigantesco de roca en contacto con el cielo. El cielo y sus colores cambiantes, las formas de las nubes en relación con la tierra. Pero desde lo alto, mi vista se va al grillo; este verano me he obsesionado con el diente de león, su maravillosa forma es una galaxia vegetal que explota cuando la soplas. En esa contemplación he pasado mis días. Me fascina todo: las flores, los insectos, los reptiles, toda la creación. Es un libro increíble.
-¿Hay algo en la naturaleza que te provoque repugnancia?
-La parte más vil e instintiva del hombre. Eso que también está en nuestra naturaleza. Las bajas pasiones humanas, la maldad. Los siete pecados capitales me espantan. Uno por uno y cada uno en su sitio. Avaricia, orgullo, pereza... En mí mismo y en los demás. Me repugna. Todo ese tipo de cosas me parece terrible. De lo demás, nada. Ver un perro que se pudre en la carretera me parece algo hermoso. El deterioro físico es majestuoso. Ser capaz de ver la majestad en un esqueleto, en un terremoto, en un huracán, un quebrantahuesos, una rata, una escolopendra... Lo encuentro bello. Pero la parte siniestra de lo humano es horrible. Egos como inversión del orden natural.
-¿De qué manera has integrado lo feo en tu obra?
- Me encantan los motivos de ciertos animales que aparentemente son feos. Representar un sapo o un mandril o un camaleón, seres de apariencia grotesca, pero a los que yo encuentro de una belleza impresionante. Veo la belleza donde otros ven fealdad natural. Nunca he realizado arte grotesco a propósito, no he querido epatar... No me interesan nada las escatologías crueles que vemos en Arco.
- En el British hay una sala de curiosidades antropológicas, en la que muestran unos objetos de unas tribus amerindias que son representaciones de seres y monstruos alados, indistinguibles de los demonios del Bosco o de los que rodean a San Antonio en Durero. Quizá forman parte de las frecuencias inferiores del inconsciente colectivo.
- Esos materiales pertenecen a los arquetipos universales. Yo, en mis tiempos, a través de algunas sustancias alquímicas o psicodélicas, conocí aquellos animales y formas. No sé si se corresponden a un subconsciente o a partes del alma humana, pero son representaciones de una imaginería universal. En ciertos estados de consciencia aparecen.
- La cuestión es saber qué relación tienen con lo numinoso, apolíneo, lo bello. ¿Qué relación puede tener el orden divino –macrocosmos- con esas luchas en nuestro interior?
- Te refieres al contraste entre lo luminoso y los escombros. Pero recuerda que el camino a la Unidad pasa por eso también. Estamos pasando de un psiquismo inferior a uno superior a través de un viaje que es la existencia.
-Tú te sitúas en esa herencia de la filosofía peremne que un grupo de autores ha venido llamando la Tradición. Desde la misma, ¿qué impresión te producen las vanguardias artísticas?
- La Vanguardia produce otra visión de las cosas, donde yo también puedo observar belleza, como en a la obra de Richard Serra o Mark Rothko y sus colores. Miquel Barceló – quizá un poco convertido en una repetición de sí mismo- me ha interesado mucho por lo que tiene de brutalidad expresada en la forma. Es un alumno de Alsem Kiefer, un verdadero visionario inserto en la Tradición. Desde ese punto de vista, Barceló, me gustaba. Después, puede que se haya visto influido por las cotizaciones, lo que le hace indiscutible, pero de otra manera... y eso plantea problemas.
- ¿Sabes que me cuesta mucho imaginar a un artista sin ego?
-Desde mi visión del mundo, el mayor problema que tienen los artistas es el ego. En el caso de los artistas, multiplicado hasta el infinito.
-Pero es que en el origen del arte moderno está precisamente el ego...
- Claro, nos decimos eso de “yo soy el que hago” pero si no se produce una entrega total del ego cada día, te pierdes en esa locura del Yo. En mi caso, la limpieza la hago con la oración, el recuerdo de los nombres divinos (dhikr), lavarse adecuadamente... las herramientas del Islam. No hay herramientas más poderosas contra el ego que éstas, aunque hay gente que puede mantener un ego dentro del Islam (risas). El sometimiento a estas prácticas es sulfúrico para el ego y medicina para el encuentro. Ésa ya era mi dirección...
-¿Cuáles son tus materiales favoritos?
- Aquellos que mejor se adaptan y provocan las formas. Arcilla, barro, cera –que es un material primitivo que usaban los griegos, de los que he aprendido mucho y de los que me considero heredero. Con la cera trabajaban la fundición, los bronces, de los que conocemos las copias. Esos bronces sumergidos estaban fundidos entre oraciones e invocaciones.
- Perdona que insista. Cuando trabajas ¿intuyes la forma en la materia o realizas lo que visualizas antes?
- Lo primero es la idea, que a veces te provoca la propia madera o piedra con la que trabajas. Otras veces, la idea pende, y tú la llevas a la forma modelando. Insinuación o impronta, hay una comunicación en dos sentidos entre lo creado y el artista...
-Trabajas con modelos fractales, el orden oculto y repetitivo de la naturaleza.
-Bueno, cuando hago geometría, sí. También en los helechos, en células, claro. Hay un orden implícito que a veces se asoma.
-Y tú pretendes, libremente, no salirte de ese orden.
-Es imposible salir de él, soy una parte de ese orden, estamos sometidos a esa marea cósmica en la que ignoramos mucho más de lo que sabemos, aún gozando de un cierto libre albedrío para enfocar el alma hacia lo superior o lo inferior.
- ¿Te puedo preguntar cómo fue tu encuentro con lo invisible? ¿Cómo fue esa aproximación, como diría Ernest Jünger?
- Paradójicamente, lo vi y lo sentí. Una visión luminosa, una imagen, una aproximación, un tanteo; como las negaciones de Pedro, pero al revés...
Si de verdad quieres conocerme - me dijo- ahí tienes el camino: Islam.
Y claro, yo dije: no por favor, no.
Me hizo una segunda pregunta: si de verdad quieres encontrarme...
Y, a la tercera vez, una luz impresionante me vislumbró como una visión. Lā ilāha illā llāh (Nada merece ser adorado sino Dios)
- Pero era el Islam…
- Obvio: imágenes del Profeta, la luz del desierto, la palabra del Corán, como una manifestación comprimida e irresistible.
-¿Ocurrió en estado de meditación?
-Se puede decir así. Fue en la Barceloneta, la playa de Barcelona, el 15 de enero de hace 15 años. Estaba leyendo a Ibn Arabí, que pudo hacer de conductor. René Guénon me había preparado el camino…
- ¿De qué manera modificó la conversión tu arte?
- En principio, en nada. Después vino la tarea de buscar la unidad en el arte, de hacer geometrías. El arte islámico te muestra unas tramas que te hacen trascender. Es un arte que está fuera del ego. Yo siempre he intentado ser un artista sin ego, en lo figurativo también, siempre tratando de reflejar la Realidad sin meter nada personal. Yo sólo colaboro eligiendo un motivo y el modo de realizarlo. Intento un perfeccionismo que esté por encima de los egos, intento no decir “aquí estoy yo” poniendo mi firma...
-Una vez Jodorowsky me preguntó algo que le había preguntado a él un maestro zen: ¿Dónde te encuentras ahora mismo? ¿Podrías señalarme con un dedo dónde estas?
-Ja, ja, ja. En el café Ajenjo.
-Pero señala dónde te sientes con el dedo...
-Estoy entre mi cabeza y mi corazón. Por la parte alta del corazón, como por el esternón.
-No es mal sitio. ¿Fuera o dentro de tu cuerpo?
-Más bien dentro.
-Tú, más que un artista, te has sentido siempre un poco artesano.
-Sí, me considero un artesano de la Tradición. Me gustan los anónimos que hacían la sillería del coro de una catedral gótica... O los portadistas románicos que llenaban las puertas de alquimistas, dragones y herreros, de uvas y zorros. Me considero más cerca de uno de ellos que de un artista de Vanguardia de esos que dicen “aquí estoy yo”.
-Más carbonario que esteta.
-Me gustan los gremios, el anonimato. El ego interfiere menos. Eso es alquimia. Uno al que nadie conoce atrae buenas energías a una ciudad, un convento o un mercado.
-¿Masón?
- En el buen sentido de la palabra. El que construye el templo, sí.
-Parece que la genialidad consiste en hacer cualquier cosa con entrega, amor y habilidad. Hay un genio de los zapatos, uno los negocios y uno del chocolate, que dice Fernando Arrabal. No importa qué hacemos, sino cómo hacemos lo que hacemos.
-Claro, y de esos genios vivimos. También de los artistas que han hecho el automóvil o el avión, que puede ser una obra de arte también, aunque estos no firmen sus obras. Me quiero considerar más uno de ellos. Yo creo en el laboratorio: oro y laboro. Es esencial para mí. Ojalá que la sociedad sepa potenciar esta visión común y generosa del arte.
-Intentar hacer las cosas desde el amor.
-Exacto. La belleza produce el amor de forma inmediata. El amor es energía divina. El precipitar el amor desde la belleza es instantáneo. Eso es lo que pueden enseñarnos los poetas, los pintores, los artesanos de la materia, pero también, ya digo, el zapatero y el modista, los que no tienen firma y, sin embargo, colaboran en la Creación...
DESTACADOS:
“Veo la belleza donde otros ven fealdad natural. Nunca he realizado arte grotesco a propósito, no he querido epatar... No me interesan nada las escatologías crueles que vemos en Arco.”
“ El gran arte es la vida misma, manifestada a través de la natura, obra de Dios. El artista lo que hace con su recreación es señalar más esa obra. El arte es una invocación redundante de la obra del Creador. Como nos olvidamos de esto, al mostrarse la belleza, nos estremecemos...”
“Nos decimos eso de “yo soy el que hago” pero si no se produce una entrega total del ego cada día, te pierdes en esa locura del Yo. En mi caso, la limpieza la hago con la oración, el recuerdo de los nombres divinos (dhikr), lavarse adecuadamente... las herramientas del Islam.”
“A mí me impresiona la montaña, el Almanzor: la masa enorme, su majestad, ese pliego gigantesco de roca y su contacto con el cielo. El cielo y sus colores cambiantes, las formas de las nubes en relación con la tierra. Pero desde lo alto, mi vista se va al grillo; este verano me he obsesionado con el diente de león, su maravillosa forma es una galaxia vegetal que explota cuando la soplas.”
“Sí, me considero un artesano de la Tradición. Me gustan los anónimos que hacían la sillería del coro de una catedral gótica... O los portadistas románicos que llenaban las puertas de alquimistas, dragones y herreros, de uvas y zorros. Me considero más cerca de uno de ellos que de un artista de Vanguardia de esos que dicen “aquí estoy yo”.
“La belleza produce el amor de forma inmediata. El amor es energía divina. El precipitar el amor desde la belleza es instantáneo. Eso es lo que pueden enseñarnos los poetas, los pintores, los artesanos de la materia, pero también, ya digo, el zapatero y el modista, los que no tienen firma y, sin embargo, colaboran con la Creación...” |